Arriba un millón de
estrellas. En medio de las estrellas, la luna roja del futuro y la luna
amarilla del pasado. Abajo, un millón de árboles: en medio de los árboles una
choza decrépita, ondulante, cerrada con cadenas y légamo. Dentro de la choza,
la poderosa bruja mira al hombre atado con serpientes al lecho en forma de
estrella. El hombre tiembla, setecientos años de horror en sus ojos de niño. La bruja toma una espada larga y delgada, la clava en el muslo del hombre:
el fémur cruje, el grito se enreda en la mordaza que anida en la boca
desdentada. La bruja sonríe y da vueltas alrededor del lecho, toma una segunda
espada y la clava en el ojo del hombre: el chisguete de sangre salpica la cara
verde del espejo. Dos espadas más en los brazos, otra en el estómago y el
hombre se retuerce. La bruja dice conjuros arcaicos, los minutos pasan como
orugas. La última espada parte en dos al corazón que deja de latir para siempre…
la bruja ha cumplido su venganza. Lejos, en
Ciudad Luz, un millón de edificios ocultan la casa de muñecas. Dentro
de ella, un diminuto lecho donde el brujo de trapo muere entre contracciones
terribles.
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