—Creo que los amigos
terrícolas todavía no se acostumbran a nuestros hábitos alimenticios —dice el
ñumonita a su esposa.
—Ya se acostumbrarán —contesta ella, mientras abre sus enormes muslos verdes y desova un viscoso coágulo en la boca de cada uno de los comensales atados que se retuercen alrededor de la mesa.
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