Todos los gurús,
hierofantes y monjes están de acuerdo, para alcanzar el Reino de los Cielos hay
que trepar por las cuerdas que cuelgan desde lo alto: millones de cuerdas
plateadas, eternas, resplandecientes como chorros de luz. Sin embargo, desde
hace varias semanas numerosos monstruos bajan por las cuerdas e invaden los
bosques, las islas, las ciudades. Se alimentan de carne humana, beben sangre
fresca directamente de las venas, nunca duermen. En la desesperación, hombres
temerarios encuentran algunas cuerdas libres, pero al trepar pronto descubren,
a veces a varios kilómetros del suelo, que un nuevo monstruo baja, hambriento,
vertiginoso, apocalíptico. Nadie hubiera imaginado este final… la luz del sol
es más tenue cada día; la enorme luna madre pare nuevas lunas cada noche: por
cada ser humano hay ahora veinte monstruos.
Arriba, en las praderas del
Cielo, Dios también corre de un lado a otro buscando una cuerda libre.
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